Trabaja arduo sin darse cuenta, siente que falta, que falla, pero no sabe porque. Del otro lado de la calle María Teresa Hernández Morán, tan común ella como su nombre; ligeramente diferente de las mujeres, como de aquellas que son como su hermana Ricarda, que aman lo inmutable, que entienden lo intangible, pero no se entregan. “Mate”, como la llaman, es pura emoción reprimida, entregada totalmente a la disciplina divina. Tiene lista corta de sus dolores, la cual guarda en un cajón, ahí se queda, jamás sale de casa. — Mate… ¡Mate! ¿estas sorda o te haces? Me molesta tanto que no me contestes, no volteas a verme; toma, por ahí debe venir el recibo de la luz, te encargo, ya me voy —. Sobre la mesa un cerro de sobres, hojas multicolores, recibos y una carta: H. M. Ciruelos #57 Col. Escandón C.P. 11663 Delegación Cuauhtemoc, México D.F. El cartero dejó en casa de las Hernández, quizá por suposición de iniciales, una carta que no correspondía a su dirección, ellas vivían en el número 75. D...