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Mostrando entradas de 2012

Little Joseph

Little Joseph era un niño que quería ser de madera para poder crujir rítmicamente al calentarse con el sol, para entrar bailando con el frío de la noche al rechinar de sus entrañas. Joseph fue un jovencillo que cuando decía la verdad, le salían polillas de la nariz. Le pasaba al pobre Little Joseph, que cuando decía la verdad, los lepidópteros nocturnos atacaban a su interlocutor. Se hizo pianista, para no ser necesariamente mudo, ni necesariamente gravoso conversador. Se fue lejos, donde nadie pudiera preguntar, y así él nunca debiera contestar. Little Joseph fue silente escándalo de notas en el oscuro bar que se encontraba en la esquina de Morrison Road y Wright Road, Little Woods, New Orleans. Después de algunos años de tocar notas bluseras en un bar que más bien era un restaurante, fue descubierto por Juana Gallo; ella  no quería hablar con él, solamente deseaba que estuvieran juntos en silencio. Pero Little Joseph si quería hablar; de manera vertiginosa le dijo un día: Jua

out of the game

Existían infinitas posibilidades, pero yo acabé con ellas. Teobaldo era su nombre porque un día lo escribió en el espejo empañado del baño. El baño de su casa era antiguo, tenía una tina grande con una cortina de animales prehistóricos (quizá ni eran animales), la ventana estaba junto a la tina y solamente por eso se me antojaba bañarme en ella. Renuncié a ella, a la posibilidad de sumergirme detrás de la animálica tela plástica. Cambié las posibilidades por una decisión: me voy a desaparecer. Me subí al carro un poco feliz y con la certeza de que estaría bien, él y yo también. Llamó, creo que al día siguiente, pero no contesté, no volvió a marcar, yo nunca regresé la llamada. En verdad lo saqué de mi cabeza, pero el hado de los cuentos lo introdujo otra vez, con la posibilidad de cruzar saludos ocasionales en fiestas planeadas, no por terceros, sino por quintos y enésimos. Evite dichos sucesos. A razón de eventos ajenos a estas letras, di cuenta, en una conversación muy Virginia

APUESTAS Y REGATEOS

Arriesgar un poco más, ya no es opción ni buena idea cuando se ha perdido casi todo. Cuando de un mismo queda poco, lo que se busca es no ceder, ni diezmar, mucho menos compartir. Eludir, transmutar en lo deseado es tan perverso ¿no es así? A menos que se cuente con ayuda divina, ¿no es absurdo esperar lo más inhumano de alguien? Y aun así que desagradable conocer lo más humano del interlocutor. No es que desee un teatro, ni mentira. Quiero silencio, como Juana Gallo con Little Joshep, y hasta ella tuvo que aplicar un ligero e inocente correctivo… a quien engaño, no hay inocentes, no justos, sólo relaciones desniveladas. Ceder, transferir (rindiéndose) cierta cantidad de voluntad. Conceder, entregar (bajo negociación) un algo que un alguien desea. Mejor silencio, obvio y confortable. Así ya no hay desgaste, nadie se termina.

MUJER DE VIENTO

Ya había soñado con ella, muchas veces; y no me refiero a que era una fantasía, existía por ahí con todo el mundo, con sus pantalones a cuadros. Los sueños. Hay de dos, los de cama y los de dormir; a él se le antojaban las dos cosas en una misma persona y en una misma realidad, algo le hacía sospechar que era verdadera y a la vez se sorprendía de lo inesperada de su llegada… bueno de su regreso, que no era un regreso, era más como un volverse a ver. Era y para ser con ella, tenía que dejar de ser-lo y ella también. En eso se transformaron, junto con los árboles y lo más terrible que se puede ser: un estúpido Werther. Al parecer ha mutado en un ser-lo: lo que ha de olvidarse, lo que ha de lamentarse, lo que ha de perder visibilidad mental con el andar de los benevolentes días, para no ser terriblemente otra. Los sueños. Hay de dos, los de ojos abiertos y los de ojos cerrados, y ella vive entre los dos, esperando.

Irrevocable

Quisiera mucho que fuera irrevocable, quisiera quererle como me quiere. Porque aunque sé que no lo hará me gustaría que volviera y la odio por eso, porque me tiene enfermo, con la sensación horrorosa de que ha sido todo en vano. Tanto querer, tanta inversión en amar, tantas llamadas hechas, ¡intentos, intentos, intentos! intenciones tácitas que han acabado, que me desgastaron un poco. Ya no nos tenemos y sin embargo sigo viéndola en fotografías y sigo pensando que es mía. Yo como el más enamorado de los tontos, con la estúpida esperanza de recibir una llamada mágica en la que se disuelva este odio: la odio y me odio porque no puedo dejar de quererla tan fácilmente como hizo ella. Quererla era doloroso, ahora es inútil y recalcitrante. Palabras tantas al aire, un olor, un peso, muchas costumbres, años en la basura. Lloremos, cada quien en su rincón. Lloremos porque uno quiere y el otro no. Que así se acabe. Y silencio.

Repetidero

1 Es un verdadero misterio. Traté muchos años, busqué debajo de su ropa sucia, entre las pelusas de su sleepingbag (el cual usaba de cobija), en las botellas de Corona abandonadas en la cocina, y nada. No lograba comprender el aciago afecto que me profesaba cada de vez en cuando. Así era de inconstante, distante y de repente muy cercano, demasiado. Llegaba después de meses de silencio o de vacaciones existenciales: “Ya regresé, han pasado muchos días, lo sé, pero ya estoy aquí y tu también… y yo sólo quiero estar contigo”. Al principio yo me dormía primero, el veía la televisión y luego a media noche me sorprendía con un abrazo limosnero. Con los años aprendí a dormir después, así entonces escarbaba entre sus libros, en el botiquín de aquel baño antiguo, despertaba al Señor Cortázar y le preguntaba: ¿lo ha visto? Y él siempre contestaba lo mismo: No puedes, por razones técnicas1. Y así fue, por razones técnicas deje de despertarme para buscarle a escondidas, así que los últimos años le