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Mostrando entradas de agosto, 2011

Desagrado

Aquel era Jaspers. “Así soy yo”, se decía cada tarde junio, “y no soy una mala persona”, decía verdad. Aquel era Jaspers. Jaspers cambio. Dejó las playeras, usaba después corbata; leía a Marx, daba lectura ahora, a las páginas del periódico local. Aquel era Jaspers. Hace algunos años se le escuchaba: “Yo, sí, yo, Jaspers Quincy, soy libre, y no me interesa saber si soy una buena o una mala persona, porque están de más los juicios”. Aquel era Jaspers. Ayer se le decía: “Tu, si, tu, Jaspers Quincy, no eres un rinoceronte, usted es un joven varón, de pantalones caqui y nariz sospechosa”. Jaspers, hoy es un pato que se llama Lorenzo. Un tal Lorenzo no vuela, nada más porque no le parece razonable. Pero si emigra en los inviernos, se va Chicago a los conciertos de lodo y pamplinas musicales. Lorenzo es, que hubo de ser Jaspers y que hoy ya no sabe quién es. ¿Pato o rinoceronte? “¿Quién eres Jaspers? No se te reconoce como un Lorenzo, en todo caso se un Kafka, que la cara de a

2 para 30

Cursé la preparatoria en una escuela de mujeres. El uniforme era rosa. Me sentía un bicho raro cuando entré, quizá porque mis intereses eran en gran medida diferentes a los de las chicas que adornaban los pasillos. Pasó un año (si se quiere dos semestres), ya no podía reconocerme: estaba enamorada de la danza, procuraba con mucho esfuerzo mantener un buen promedio, tener un novio que fuera músico (era requisito indispensable) y trataba de seguir leyendo tanto como antes, pero no podía. Entre clases y después de ellas, llegaban a mis manos hojas plásticas de muchos colores, con olor extraño, de contenido estúpido y por demás predecible; de todas aquellas tonterías que mis ojos recorrieron, recuerdo: como depilarse la ceja, lo que los chicos no deben saber de ti, veinte formas de maquillarte para este invierno, lo que las mujeres de 30 envidian de las chicas de 15. “Lo que las mujeres de 30 envidian de las chicas de 15”, no recuerdo que decía aquel artículo, pero aún puedo escuchar las