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Mostrando entradas de 2011

EN UN LUGAR TERRIBLE

Hay frases que escucho mucho, a veces demasiado, como “así soy yo”, “siempre”, “nunca”, “anda en el mundial”. ¿Cómo? “Andar en el mundial”, es una frase que se usa para hablar de personas que han creído en Cristo y que viven como si no lo hicieran, luego así dicen: Chuchita anda en el mundial, no somos de este mundo, hermana, que mal que ella ande en él. Si, no somos de este mundo y que complejo, porque no somos extraterrestres, porque aquí amanecemos todos los días y aún así, no somos de este mundo. Tenemos deseos, comemos, viajamos, estamos en este mundo. El mismo mundo donde habitan animales, legalistas, extremistas, ateos, los buenos, los villanos y el acto mismo del amor. Es el mismo mundo, donde hay prostíbulos donde “trabajan” niñas de trece años y hay quienes piensan que no tiene nada de malo, si es el trabajo más antiguo. El mismo jodido mundo donde se construyen templos para alabar a Dios sin brazos, mientras afuera hay miles, ¡miles! Muriendo en pobreza, donde somos criticad

Ella ha nacido del lado malo

Sólo recuerdo que no era Julio, y que no llovía. Avispa más venenosa no había visto en toda mi vida; más que amarilla era negra. Chocaron debajo de ese arbusto; ella volaba bajo, y aquel descansaba en la sombra, como si hubiera trabajado mucho. Ahora mira a la chiquilla, ¿qué engendro hubieras pensado de aquellos dos, sino este? De aspecto mórbido y muy inteligente; ¡de nada le ha servido, eh! Todo el tiempo anda muy sola, se sienta en medio del invernadero y ríe sola. No sabe más que tararear la misma canción, y picarse la nariz cuando cree que nadie la ve. Eso sí, pregúntale como llegar al sol y veras que te inventa un sendero razonable. ¡Es en serio muchacho! ¡Ponme atención! Deja de andar tigrillando, esa muchacha sólo te va a dar agua de atunes. No es que sea mala, es que nació del lado malo, su madre la parió en un campo de futbol. El único rasgo común que pudiera considerársele es su nombre; no te lo digo porque si no al rato vas a andar haciendo corazoncitos en la escuela, ja j

Desagrado

Aquel era Jaspers. “Así soy yo”, se decía cada tarde junio, “y no soy una mala persona”, decía verdad. Aquel era Jaspers. Jaspers cambio. Dejó las playeras, usaba después corbata; leía a Marx, daba lectura ahora, a las páginas del periódico local. Aquel era Jaspers. Hace algunos años se le escuchaba: “Yo, sí, yo, Jaspers Quincy, soy libre, y no me interesa saber si soy una buena o una mala persona, porque están de más los juicios”. Aquel era Jaspers. Ayer se le decía: “Tu, si, tu, Jaspers Quincy, no eres un rinoceronte, usted es un joven varón, de pantalones caqui y nariz sospechosa”. Jaspers, hoy es un pato que se llama Lorenzo. Un tal Lorenzo no vuela, nada más porque no le parece razonable. Pero si emigra en los inviernos, se va Chicago a los conciertos de lodo y pamplinas musicales. Lorenzo es, que hubo de ser Jaspers y que hoy ya no sabe quién es. ¿Pato o rinoceronte? “¿Quién eres Jaspers? No se te reconoce como un Lorenzo, en todo caso se un Kafka, que la cara de a

2 para 30

Cursé la preparatoria en una escuela de mujeres. El uniforme era rosa. Me sentía un bicho raro cuando entré, quizá porque mis intereses eran en gran medida diferentes a los de las chicas que adornaban los pasillos. Pasó un año (si se quiere dos semestres), ya no podía reconocerme: estaba enamorada de la danza, procuraba con mucho esfuerzo mantener un buen promedio, tener un novio que fuera músico (era requisito indispensable) y trataba de seguir leyendo tanto como antes, pero no podía. Entre clases y después de ellas, llegaban a mis manos hojas plásticas de muchos colores, con olor extraño, de contenido estúpido y por demás predecible; de todas aquellas tonterías que mis ojos recorrieron, recuerdo: como depilarse la ceja, lo que los chicos no deben saber de ti, veinte formas de maquillarte para este invierno, lo que las mujeres de 30 envidian de las chicas de 15. “Lo que las mujeres de 30 envidian de las chicas de 15”, no recuerdo que decía aquel artículo, pero aún puedo escuchar las

Una de esas personas

Junio casi se termina. No me había dado cuenta, hasta hace un momento, mucho tiempo tenía ya sin un junio tan bueno; sólo tuve una noche de infernal insomnio, ¡sólo una! ¿Fue este Junio diferente en sus calores? No que yo sepa. Haciendo revisiones, muchas, descartando posibilidades, he llegado al factor que ha hecho de este Junio uno muy peculiar: la bacteria. Aquella que me enfermo en el onceavo mes del año pasado, y que aún habita en mi organismo, robándome… robando-me. Resulta que soy una de esas personas, odiosas y traicioneras, que zarpan jurando regresar, y nada más no vuelven. Y no es que uno mienta, es solamente que uno deja de ser uno mismo para ser con otro….pero como dice la canción “volveré, y me quedaré por esa paz que siempre, siempre tú me das…”

Un poco de mala gana

Ahora que no trabajo, debería tener más tiempo para escribir. Estudiar allá en la Facultad y acá en el Colegio me trae ocupada en lecturas y platicas, las dos últimas extensas, con el Herr Gadamer y el muy respetable maestro Séneca. El punto es, que no puedo escribir, pero me hace falta. Hace unos días decía mi maestro, aquel que es autista: se supone que al licenciarse uno debiera demostrar que es capaz de escribir un libro. Creo que la ventaja de este maestro sobre otros es que es un gran observador. Es un niño aún, de esos que nadie aguanta, timorato y un poco gruñon, serio y con ojos de desamparo. Estoy de mal humor, el autista ese me pone de mal humor, no poder ecribir algunas cosas que traigo en mente y luego esta tarde. Ha venido Iván y me dice: es una tarde hermosa en verdad yo me largo a las azoteas, hay plantas nuevas con la vecina y Parches no está; regreso en la noche, ya sabes que me gusta la comida recien servida. Se largó. ¡Si! y luego esta tarde que esta como para salir

Oscuridad de bosque

Mi hermana se preocupa porque a su hija no le gusta ir a la escuela, a mí, me da mucha risa, dicen las madres “lo que no has de ver en tu casa lo has de tener”. Yo la entiendo, ir a la escuela no es agradable, para mí nunca lo fue: levantarse temprano, desayunar apresuradamente, vestirse rápido, los dientes ¿olvidas algo? Y te vas… te llevan. Y cuando uno crece es más o menos lo mismo con el trabajo. Pero estaba con lo de la escuela. Entiendo a mi sobrina, que es una pequeña ratona blanca de ojos rojos; a ella le gusta roer, saltar trechos que parecen imposibles y sobre todo cepillar al gato; para ella la escuela es una de esas cosas absurdas que los adultos requisitan para el buen vivir. Y cuando uno crece es más o menos lo mismo. “¿Estás titulado?” al parecer la respuesta en negativa es presa de incomodidad sueldo minúsculo. Se puede pensar, quizá sin errar del todo, que estar titulado es necesario; no sólo por lo de los sueldos, sino para dejar terminado algo que se hubo de iniciar,