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Un poco de mala gana

Ahora que no trabajo, debería tener más tiempo para escribir. Estudiar allá en la Facultad y acá en el Colegio me trae ocupada en lecturas y platicas, las dos últimas extensas, con el Herr Gadamer y el muy respetable maestro Séneca. El punto es, que no puedo escribir, pero me hace falta.

Hace unos días decía mi maestro, aquel que es autista: se supone que al licenciarse uno debiera demostrar que es capaz de escribir un libro. Creo que la ventaja de este maestro sobre otros es que es un gran observador. Es un niño aún, de esos que nadie aguanta, timorato y un poco gruñon, serio y con ojos de desamparo.

Estoy de mal humor, el autista ese me pone de mal humor, no poder ecribir algunas cosas que traigo en mente y luego esta tarde.
Ha venido Iván y me dice: es una tarde hermosa en verdad yo me largo a las azoteas, hay plantas nuevas con la vecina y Parches no está; regreso en la noche, ya sabes que me gusta la comida recien servida. Se largó.

¡Si! y luego esta tarde que esta como para salir a caminar y yo enferma, de esta bacteria que aún no me deja, que aún me tiene un poco enferma.

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