Marginal
Someone
told me: Eliza, gastaste todos tus cartuchos. Quizá tenga razón, he tenido
mucho de muchas cosas, quizá demasiado. Me lo perdí, cuando regresé a Mi-misma el tiempo ya había pasado; después
de salir del desierto, la mayoría de las cosas se reducen a babosadas. Regresé
sin haber vuelto del todo, o es que me regreso un poquito por el fastidio de
comenzar una nueva vida, me recuerda la ansiedad de la infancia.
De
niña fui solitaria, y aunque era la china-de-lentes que se juntaba con los más
populares, en realidad estaba apartada, quizá por esto es que ahora aprecio
tanto las amistades que tengo, porque ahora estoy presente, aún cuando mis
ausencias siguen presentes y considere la soledad un habito sano.
Tantos
intentos, en el intento ninguna intención. No recuerdo que edad tenía pero me
bauticé como Lizzi Bufoni, y mi
madre, que ahora seguramente lamenta mis andares fantásticos, en ese entonces
alimentó mis demencias regalándome una pulsera gravada con ese mote. Me
gustaría saber de donde y porque de aquel nombre, pero se ha perdido el
registro, lo que puedo ver ahora es que a lo mejor me condené. “Truhan que se
ocupa de hacer reír”, dice la RAE, “persona vestida grotescamente que se
dedicaba a hacer reír a la corte”, dicen Espasa-Calpe. A veces soy chistosa,
hago reír, pero también he hecho llorar, hasta maldecir y odiar, ¿qué me queda
de bufón entonces? ¿lo grotesco? Seguramente he sido de mal gusto y me va eso
de ser extravagante, aunque en revisión exhaustiva no lo soy tanto.
Me
he marginado voluntariamente, de vez en vez me encuentro a otros que, como yo, han
renunciado a la integración social. He tropezado con toda clase de seres que me son muy ajenos y
otros tantos que me son parecidos. Ir y venir de los parajes de la
individualidad representa un viaje aciago pero necesario, cruzar la línea de
uno a otro lado cada vez parece más insoportable. Quedarme acá conmigo, por
ahora, asoma como una decisión sensata, no, no es decisión de último momento, ni
un dispositivo de seguridad, es resultado de indagaciones, experimentos y el
cansancio que la guerra contra la controversia me ha dejado.
Acribillar con
palabras
Uno
apartado, y apartado uno solo, y sólo con Dios, y entonces Dios con uno.
Cuanto
más se diga un término, más se pierde su sentido; se le gasta hasta ser
solamente un sonido; y entonces “querer, amar, desear, desechar” dejan de ser
acto para convertirse en aire tibio. Pero esas palabras, dichas con aire
caliente, así sin pensarse mucho, son balas. Me han acribillado con mentiras,
¿a razón de qué? de un gran mal entendido, el mentiroso cree que todo lo que
escucha es lo mismo: ocultamiento. No quiero ni saber que anida el corazón de
los perversos, no quiero recordarlo si es que alguna vez realmente lo fui. El mundo no se acaba, duele y deja de doler.
Uno sigue.
Estar
triste ya no es una opción, llorar tampoco, y no lo son porque las abrazo, y
sufro y después rio como las mascaras del teatro, drama y tragedia en uno: la
vida. La vida donde la traición se me ha presentado afuera y adentro, y adentro
es absurda, afuera obvia.
Momentos
eso son, momentos en mi vida, breves, muchos y esos los muchos hacen de mis días
una maldita batalla para no tomar mi vida con mis manos y quitármela para
dársela a la podredumbre… y si no me
equivoco por ahí va el argumento de las planeaciones macabras en torno a mis
propias palabras: la muere. Desear morir, desear ser un robot, decir en voz
alta que la mente es un mar tormentoso y que estoy apunto de encallar todos los
días desde hace tres meses.
Las
paradojas cada día son más complejas, ahora hasta soy profeta de mi misma. Next
time i´ll be watching out from far away.
Me
he quedado, por ahora. No he levantado en el mástil la bandera de guerra porque
se quien soy. Y si he de irme, me iré, sin preguntas y sin consultas, sin
indiscreciones, probablemente hasta sin despedirme.
Comentarios