No hay como atacar al ego, serpiente viva la lengua. Par de medusas serpeteadas las manos, cuyas cabezas escupen venenosas letras. Como quien va al psiquiatra para escucharse, así se ensalza el que se encuentra en párrafos ajenos. Quien viera mi corazón que escribe y no espejo de vanidad; quien notara que aparece en importante protagonismo sin colocarse a desvarío en lugares que no debe ocupar. ¿Será ceguera o falta de gusto?
Hube de tener objeto de deseo y musa para mis letras. Ya no. Luego entonces me he encontrado con historias para narrar, propias y ajenas; cuentos engendros de mi, de otros y de mundos alternos.
Es por gusto, no por consuelo; cortaré mi cabello. Porque mi vanidad se dibuja en largos rizos; los he de amputar para que no caminen ni acaricien, para que no llamen a que los toquen las señoras, para que las caras de caballeros fútiles no se hundan en ellos. Es por comodidad. ¿Quién lo comprende?
La mayoría de las personas viven para sobrevivir, llenarse de breves felicidades, peleando con ellas mismas porque no se entienden; esas personas no entienden dicha mutilación. Lo comprende la ratona de collar en cuello, de lentes y garrapata de conociéndome. También aquella otra que se sabe en garrafal error, la que siente en desvió de personalidades.
Lo que para muchos es desagradable e innecesario, para pocos es disciplina y orden. Libertad de ser yo y no impostura social, porque el dinero lo es todo, “estar con alguien”, las amistades sevaletodomenosenamorarse, los títulos nobiliarios o ser fuerte irremediablemente. Libre soy de esos disfraces.
No hay como atacar el ego con cucharadas de uno mismo; propia receta o la de los amigos; queridos locos, al igual que yo faltos de buena memoria, fuertes soldados de la avantgard, curados de espanto. Músicos de carretera son mis amigos, inagotables cucharadas de emulsión.
Hube de tener objeto de deseo y musa para mis letras. Ya no. Luego entonces me he encontrado con historias para narrar, propias y ajenas; cuentos engendros de mi, de otros y de mundos alternos.
Es por gusto, no por consuelo; cortaré mi cabello. Porque mi vanidad se dibuja en largos rizos; los he de amputar para que no caminen ni acaricien, para que no llamen a que los toquen las señoras, para que las caras de caballeros fútiles no se hundan en ellos. Es por comodidad. ¿Quién lo comprende?
La mayoría de las personas viven para sobrevivir, llenarse de breves felicidades, peleando con ellas mismas porque no se entienden; esas personas no entienden dicha mutilación. Lo comprende la ratona de collar en cuello, de lentes y garrapata de conociéndome. También aquella otra que se sabe en garrafal error, la que siente en desvió de personalidades.
Lo que para muchos es desagradable e innecesario, para pocos es disciplina y orden. Libertad de ser yo y no impostura social, porque el dinero lo es todo, “estar con alguien”, las amistades sevaletodomenosenamorarse, los títulos nobiliarios o ser fuerte irremediablemente. Libre soy de esos disfraces.
No hay como atacar el ego con cucharadas de uno mismo; propia receta o la de los amigos; queridos locos, al igual que yo faltos de buena memoria, fuertes soldados de la avantgard, curados de espanto. Músicos de carretera son mis amigos, inagotables cucharadas de emulsión.
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