Quisiera mucho que fuera irrevocable, quisiera quererle como me quiere. Porque aunque sé que no lo hará me gustaría que volviera y la odio por eso, porque me tiene enfermo, con la sensación horrorosa de que ha sido todo en vano.
Tanto querer, tanta inversión en amar, tantas llamadas hechas, ¡intentos, intentos, intentos! intenciones tácitas que han acabado, que me desgastaron un poco. Ya no nos tenemos y sin embargo sigo viéndola en fotografías y sigo pensando que es mía.
Yo como el más enamorado de los tontos, con la estúpida esperanza de recibir una llamada mágica en la que se disuelva este odio: la odio y me odio porque no puedo dejar de quererla tan fácilmente como hizo ella.
Quererla era doloroso, ahora es inútil y recalcitrante.
Palabras tantas al aire, un olor, un peso, muchas costumbres, años en la basura. Lloremos, cada quien en su rincón. Lloremos porque uno quiere y el otro no. Que así se acabe. Y silencio.
Estaba pensando en ti, le daba vueltas a la única certeza que tengo de tu persona: eres mi amigo. ¿De dónde he sacado yo esto?, ¿quién te he creído que eres? Eres tan amable; me procuras menos que los amigos que son como mi familia, pero más que los cuates que veo los miércoles; me escuchas. Las personas tenemos un asunto muy interesante con aquello de que alguien nos escuche, pareciera un honor. Yo tengo una amiga que es un gato, me comparte ópera y lleva a Humboldt a nuestras reuniones de café. Platicamos en nebuloso intercambio de ñoñez y bienes viscerales. La escucho, me escucha; nos queremos. Y están todas esas personas a las que nunca pregunto siquiera como están, porque no me interesa escucharlas. Decía que estaba pensando en ti, pero luego dejé de hacerlo para ver una película. El largometraje trataba de un exsoldado – dañado mentalmente por la guerra y la vida – que va a dar con un fulano que desarrolla prácticas de bienestar existencial y físico por medio de via...
Comentarios
Sí, yo puedo reconocerme en el querer pero puedo admitir ahora que he fracasado.