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Elegancia

He preferido viajar a terrenos conocidos: el mismo árbol, las mismas piedras, incluso el mismo sol. La única desventaja es que cuando regreso no puedo evitar quejarme: mucho calor, insectos por todos lados, sordera. Solamente soy optimista de mis propias referencias, aunque sepa que seguramente encontraré el mismo paisaje, me gusta pensar que quizá la ocasión me conduzca a la sorpresa de hallarme fuera de mis rutinarias apuestas: despertar más tarde, no comer a la misma hora,  visitar otros lares.

Prefiero tomar fotografías con la mente ¿Porqué mierda toman fotografías en los conciertos? Estando ahí debemos escuchar, ver con los propios ojos, sentir a los seres humanos que nos rodean, oler alientos de cerveza. Cuando viajo tomo fotos a voluntad y por obturador impulsivo. Tengo una fotografía: playera azul, fondo anaranjado, monedas, tono de voz medio, amabilidad de sonido elegante.

La mesura en-piernada, con brazos y todo. Tan rápido como vi, deje de enfocar porque colada en la fotografía, la acompañante con título nobiliario; la archivé junto con otras tantas miles que habitan mi memoria, no me gusta aferrarme. Todas esas imágenes navegan libres y me despiertan en las madrugadas: inquieta, entre el sueño y la realidad. Muchos conocen el término: sinestesia. Algo pone antiguas fotografías al inicio del álbum mental. Así el caso del elegante, fue un sonido, fue una voz que nada tiene de especial, pero que detonó desasosiego.

Terreno desconocido. Lo considero en contra de mis instintos de supervivencia, puede ser: no haré maleta, no haré horarios ni listas de lugares por visitar, haré como cuando la mesura no era mi amiga y viajaba de mochilaso ¿será que puedo hacer esto?

Sileo Saturnus, mi joven amigo, tiene conmigo ya 5 años; me observa, asiente, me mira y pregunta, ¿recuerdas cómo volar? Le lleno el tarro, contesto: no, pero espero que la mesura esa, la en-piernada, me lo recuerde. El joven Sileo toma un trago, piensa, me observa, asiente y pregunta, ¿te parece que la gente elegante sabe cómo elevarse en el aire? Le convido de mis galletas saladas, contesto con honesta tristeza: no, no creo que sepa como volar. Saturnus zagal traga, bebe, piensa, me observa, asiente y pregunta: ¿podrías enseñarle? Con ánimo de terreno desconocido, pero bien plantada en el temor de la duda, termino: ¡que no me acuerdo! Además, yo no soy elegante.

 



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