Hacia la izquierda de nuestro país está el Pacífico, que es océano más que mar; aún más a la izquierda las ballenas, luego Hawái y al final Japón. Pero sólo los barcos de comercio navegan hacia ese lado, los que quieren escapar lo hacen por el Golfo, como si no existiera más opción.
A la gente no le gusta la izquierda, ni a los mimos zurdos, que siempre estorban al compañero en la banca del colegio; así los que hacen las tijeras, los cuchillos, los picaportes, los teclados: a la gente no le gusta la izquierda.
Decía, pues, que por la izquierda no se navega, quizá por preferencias políticas; pero de ese lado no, casi nada. Sólo el sexo, porque me queda la mano derecha libre, y así todos somos más felices.
Quizá porque es una extravagancia y a la mayoría de las personas lo extravagante les asusta, porque no lo entienden, y habiendo más diestros que zurdos, navegar por la siniestra debe ser todo un desacato.
Desacato
La autoridad, la que sola se dicta, la que se cree que es la única con voluntad, independiente, creativa, monstruosa, absoluta. Pero estamos el resto.
Nos fabricamos una religión cada día, la evidencia, en las mil variantes del cristianismo. “Un Señor, una fe, un bautismo” se nos ha… ¿olvidado?
Los que critican con el más profundo rencor, desde la más ridícula ignorancia; del otro lado los que creen, los que creen y practican. ¿Y que creen? ¿Quiénes se creen?
Yo los dejo con sus cosas, con sus costumbres, lisonjas y autolineamientos. Me quedo con Su castigo; el de ustedes, hacer como que me enseñan algo, no lo quiero.
Acostumbrar
Cómo si uno tuviera que explicarse a uno mismo. Los neuróticos si lo hacemos, nos tenemos que dar santo y seña de lo que hacemos y planeamos hacer, debe haber una verdadera y buena razón, un fundamento suficiente. La suficiencia la da la propia conveniencia, en mi caso no se trata de hedonismo, sino de lo necesariamente bueno para la propia edificación.
El frijolero se pregunta ¿y qué estás construyendo?
La gente se acostumbró; yo me margino y se viene el desorden, sobre todo, porque no entienden y a mí no me quieren entender: que no me gusta hablar, ni me gusta la gente, ni puedo dar gracias a Dios por un nuevo día.
Hay pequeñas voces, que vienen y se van, luego se hacen un dolor que lo trae a uno de malas todo el tiempo, hasta volverte loco. Hay quienes se acostumbran, hay quienes -como quien pone estas letras- buscan placebos…pero no hay cosa en este mundo que apague la molestia punzante de una pena que no se sabe de dónde proviene, lo sé porque yo seguí del lado de la luz y aun así las tinieblas.
Acostumbré la plática, luego el propio escupidero de mi ser y me mataron con mis propias palabras, eso fue lo que pasó, que me mató mi propia hermana, y me sentí terriblemente sola en este mundo, porque ella siguió ahí como si nada hubiera pasado. Perdoné, pero ella, ella ahí tan macabra como siempre. Y yo la veo, aún su cuchillo en mano sin haber limpiado mi sangre; escondida en su espalda, su mano, que tiembla cuando ve pasar a los prospectos.
Y yo, exhausta, tomo la mejor de las opciones antes de hacer lo mismo que ella, recibo a cambio un “ya veremos”, “allá no puedo ir contigo”.
Embarcación
Si hay algo que no me gusta es tener que dar explicaciones, porque escribo esto y no aquello, porque por acá y no por allá, porque creo lo que creo. “Porque quiero” ¿tendría que dar mayor explicación? Bajo insistencia, si, vaya que hay un deseo de saber del vecino de almohada, hay quienes no se quitan el disfraz de su profesión, o es que eso son y nada más.
No llegué al fondo, me pareció verlo muy cerca.
Yo creo en Yeshúa. Aunque mis hermanos lo duden, aun sigue conmigo. Pasaron cinco años y todavía este dolor que desde junio es más profundo, no se además bajo que razón; sin haber podido escribir, sólo llanto. Estoy exhausta.
Áncora
¿Es la confianza una esperanza inútil o tan sólo la realidad del otro ante nosotros mismos? La confianza no debe provenir de expectativas, ni de promesas, sino del conocimiento del otro.
Cometer un crimen amerita cambiarse de ciudad, de nombre, borrarse. Me fui, sin saber el regreso, sin saber si podré hacer contacto, no porque lo quiera, no por seguridad, sino porque cometer un crimen, inspira en el otro un frívolo rechazo.
Ser honesto con uno para serlo con el otro, o vivir entre mentiras, como en un juego de gotcha, es sólo un juego, pero que miedo da la bola de pintura viajando a estrellarse con la piel. Tan solo es un momento de dolor, quizá quedará un moretón, pero se va a quitar ¿no?
La confianza, ser honesto; parece muy cruel, sin sentido, tener que dejar de pensar en uno mismo, para escuchar el latido del otro y trabajar para que no irrumpa en taquicardia, pero si nadie te obliga ¿para que lo haces, que macabra razón subyace en las palabras; sobre todo en aquellas que juegan a ser nada más que una broma?
Ahora con mucha inocencia guardo sus palabras: vamos a estar juntos muchos años, ¿es que nadie conoce su sobriedad? Aparentemente todo el mundo le conoce muy bien, aparentemente es tan diáfano como el llanto de un niño que, golpeado por no obtener lo que desea, llora al objeto de deseo desde lo mas profundo de su dolor.
¿Qué espera el patán estable de una artista de closet inestable?¿Por qué hay que tener una razón de fondo para todo? Para hacer lo que uno quiere sólo basta con hacerlo; ante cualquier situación siempre se puede escapar, mejor si se hace por la izquierda.
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