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Las cajas

Lola tiene muchas cajas endosadas, aquellas que no estorban. Lola ha padecido la adolescencia del entorno, ha pasado mucho tiempo bajo el sol y ahora esta derretida. Muy viscosa huye a la playa y busca desesperada a Soren P. Sadnerson.
— ¡¡Soren!! — grita desesperada y él acude a salvarla, al verla sonríe y murmura — Lola, no es nada, no tienes que estar tan espantada— Lola acaba de derretirse… ya no puede ni hablar. Herr Soren muy paciente la lleva con el jalador al baño, con una gran cubeta la vacía en agua helada, y ahí se queda flotando. Horas después es una gran masa deforme. El calor de Soren es tan suficiente que no la derrite, pero la calienta lo suficiente y así después de un tercio de horas Lola regresa a ser Lola. Lo abraza, lo aprieta, le saca el aire aún desesperada.
— Lola, ¿dime que te ha pasado?— pero ella salió corriendo a su casa. Llegó agitada; con llanto incansable en los ojos; abrió el ropero y sacó todas las cajas, aquellas que contienen sus muñecos. — ¡Malditos!— grita Lola, mientras los patea se desahoga —yo no les hice nada — lagrimea.
Lola tiene a sus muñecos guardados desde que imaginó a Soren — talvez por eso me desprecian— ella piensa; gimoteando va depositando desconsolada, a cada una de sus cajas en el río. —Adiós— se despide Lola con la mirada, los ve alejarse sin problema, se pierden entre la corriente. Hace mucho Lola no lloraba tanto, — y derramar tanta agua, eso es bueno, ahora tenemos más río y si hay más río hay mas peces, y si hay más peces… pues Soren los puede pescar…y yo los voy a cocinar, los comeremos con forquetas. —

— Oye, Lola…Lola— la llamaba el hurón desde la luna del ropero, — ¿qué ha pasado con tus muñecos?— la niña sin querer dejo salir aun más lágrimas y contestó — Ahora sólo Soren crea para mi fonogramas, nada más por hacerme feliz-.

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