Odiseas, no tantas, pero van creciendo. Oídas historias que ya no pueden ir más allá porque no valen la pena, así que lo mejor es inventarse más juegos. Entre ellos Lola ocurrente inventó el de las alimañas.
Lola Liendres y Soren Chinches ahora se disponen a desquitar el exilio y regresan al jardín nuevamente. La finalidad de la liendres y la chinches, es no dejar de ser la alimaña que tan burdamente se representa. Así que Lola hace de paradisíaca zángana y se recuesta en el pasto, se mueve lombricescamente, se agita y sonríe al sol. Soren por su parte se acerca acechante, la mira, espera el calor… no olvidar aquello de la caracterización. Y ataca: por encima de ella, sin hacer ruido, solo ligeros gemidos. Succiona hasta dejarla blanca muy blanca. Se revuelcan en el lugar, quedando así lodosos y pastosos.
Por un momento Lola deja de entender el juego, por un momento deja de ser niña y es muñeca. Lejos de succionar como chinche, Soren hace ya no de agua momentos de niñez; ahora transfigura con sus suaves labios, medita sin meditar, no piensa, ni cede. De momento deja de actuar. Ni queda gordo de sangre, mucho menos se aleja furtivo entre las sabanas.
Las risas se convierten en sonrisas, se dejan jugar nuevos juegos que no existían, ya decía al inicio algo de esto. Así estas alimañas quedan de sí y para el otro como lo nuevo y la alimaña que juegan ser.
Lola entonces deja la paradisíaca zanganees que Herr Soren alimenta y da cuenta de la extraña sensación; el juego para y Lola ve que Herr P. Sadnerson parecía saber de este nuevo juego…. Que en realidad no lo es. Extraño, porque para Lola nada es ya extraño, todo es conocido y cotidiano.
Llena de desconcertante gusto Lola rompe el silencio inter pastal y dice “Ahora yo quiero ser la chinche”.
Lola Liendres y Soren Chinches ahora se disponen a desquitar el exilio y regresan al jardín nuevamente. La finalidad de la liendres y la chinches, es no dejar de ser la alimaña que tan burdamente se representa. Así que Lola hace de paradisíaca zángana y se recuesta en el pasto, se mueve lombricescamente, se agita y sonríe al sol. Soren por su parte se acerca acechante, la mira, espera el calor… no olvidar aquello de la caracterización. Y ataca: por encima de ella, sin hacer ruido, solo ligeros gemidos. Succiona hasta dejarla blanca muy blanca. Se revuelcan en el lugar, quedando así lodosos y pastosos.
Por un momento Lola deja de entender el juego, por un momento deja de ser niña y es muñeca. Lejos de succionar como chinche, Soren hace ya no de agua momentos de niñez; ahora transfigura con sus suaves labios, medita sin meditar, no piensa, ni cede. De momento deja de actuar. Ni queda gordo de sangre, mucho menos se aleja furtivo entre las sabanas.
Las risas se convierten en sonrisas, se dejan jugar nuevos juegos que no existían, ya decía al inicio algo de esto. Así estas alimañas quedan de sí y para el otro como lo nuevo y la alimaña que juegan ser.
Lola entonces deja la paradisíaca zanganees que Herr Soren alimenta y da cuenta de la extraña sensación; el juego para y Lola ve que Herr P. Sadnerson parecía saber de este nuevo juego…. Que en realidad no lo es. Extraño, porque para Lola nada es ya extraño, todo es conocido y cotidiano.
Llena de desconcertante gusto Lola rompe el silencio inter pastal y dice “Ahora yo quiero ser la chinche”.
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