“Mira Soren, miiiraa”, dice Lola susurrando presa de asombro y espanto. Se toman las manos y avanzan, el jardín de noche puede ser muy escalofriante. Saltan ranas noctámbulas.
“Batracios, Lola batracia…. Ajajajaja”, Lola salta asustada por las posibles babas y luego lo codea con un shhh, “Soren cállate, deshaces el misterio”.
Un piano que hace sonidos decadentes acompaña a Soren y Lola en su expedición por el jardín; todos van de puntitas, detrás de ellos las ranas noctámbulas los siguen curiosas. ¿Qué hacen por aquí tan noche?, se preguntan entre ellas. El señor Piano logra dar cuenta de que las ranas los rodean, talvez porque caminan en sospechas. Los misteriosos niños se acercan a las bicicletas.
Hablando de ranas, sapos y batracios es necesario precisar que hace un piano en este lugar. A Soren lo han acusado de impiedad, el señor Piano es el encargado de dar noticia y ha de llevárselo; no ha mencionado cuestión alguna porque no quiere interrumpir aquel misterioso juego.
“Soren, nos rodean los batracios”, Lola pudo notar, “Si no te hubieras carcajeado” dijo a manera de reclamo, a lo que Soren muy contento volvió a manera de juego a gritar “¡Corre, corre o te van a alcanzar!”. El trío salio disparado hacia diferentes direcciones, los batracios hicieron realidad las pesadillas de Lola, sus lenguas largas trataban de alcanzarla y ella aterrorizada corría por todo el jardín, dando oportunidad a que los ejecutores pudieran verla desde el patíbulo superior, tomaron las batas de juicio y dejaron a Lola sin ningún permiso. “Buena noche jardín, adiós paseo nocturno en bicicleta”, las ranas vieron como Lola se alejaba arrestada, el piano muy triste ésta escena también musicalizaba.
“Malo, malo, eres malo Soren”, decía Lola mientras entraba en su celda; pero él no contestó, entre el juicio y el ataque de batracios don Piano se había llevado arrestado a Soren P. Sadnerson. Al día siguiente Lola busco a Soren en el jardín, pero ni las ranas se encontraban por ahí. Desistió en su búsqueda. Paseaba jugando cuando pudo ver en el gran espejo del tocador una alarmante imagen; a lo lejos un pequeño campamento, se acerco con curiosidad y con horror hubo de observar que Soren yacía atado en una silla, sin hablar, a su alrededor mil jueces que confiscaban sus pertenencias, entre ellas el buen Hurón. Automáticamente trepó Lola para ir en rescate de su amigo, pero inmediatamente igual, la mandaron a su celda de castigo. Desde el espejo de su ropero todo se veía más lejos, “¿Cómo atravesar si hasta el hurón se encuentra allá? Supongo que de ésta él solo se tiene que salvar” acabó por resolver.
El señor Piano fue el primero en ser testigo, alegaba que encontró al acusado en un juego extraño que de inicio parecía muy sospechoso, el acusado y la cómplice atravesaban el jardín a hurtadillas, ocultándose de las ranas nocturnas, las cuales, por cierto, notaron un comportamiento tal que decidieron rodearlos y atacar. Así mismo el Piano aceptó ser presa del juego y musicalizarlo y, es que parecían dirigirse a alguna misión pues la sospechosa #2 constantemente pedía silencio del acusado, esto despertó mucho interés en el testigo Piano. Éste agregó que antes del arresto pudo notar que aquello que jugaban eran más bien juegos de seducción, reiteraba haber seguido musicalizado el asunto pero sin fin de lucro y sin premio alguno. Fue gracias a esta colaboración que el testimonio primero fue eliminado del juicio. Uno a uno los testigos, desde los afectados batracios, hasta su mas intimo amigo, el hurón; fueron describiendo su relación con el acusado; hasta llegar a la cúspide del juicio se hizo llamar: ¡¡Que venga Lola Críptica!!. Uno de los magistrados hizo notar que la Señorita Críptica era excusada de su participación pues en su región ya había sido juzgada y ajusticiada.
“¡Cómo es posible?, Entonces que vamos a hacer… lo siento mucho”, dijo el supremo Juez, “todo esto es un terrible horror … ¡¡que suelten al prisionero!!” Ordenó. “Disculpe Herr P. Sadnerson…el señor Piano no entendió; se le mando buscar a un acusado de impiedad, más no a uno de complejidad... ¡nuevo caso!” todos tomaron sus banquillos, recolocaron sus pelucas, el juez bebió un poco de agua y prosiguió “Por favor, acomódense en sus nalgarios”, comandó. Así pasaron un par de horas más y mientras Lola dibujaba lo que lograba divisar.
“Herr P. Sadnerson, lo declaró culpable de complejidad y astucia” dictaminó el Juez “Queda sentenciado a un autoauxilio y desdibujo de sonrisas por tres semanas…¡tres semanas!”. Una vocecilla cigarrera se aproximo al Juez y tímidamente le recordó: “Psss, pss, señor Juez, lamento interrumpir pero mañana empieza la temporada de caza de ardillas y pelambrera”. Su excelencia juecesca frunció el entre cejo y reacomodó sus palabras, “Mmm muy interesante…entonces mande usted al acusado a cumplir su autoexilio y escribir noventa y siete mil veces: Lola siempre tiene la razón.”
Los batracios aplaudieron, todos quedaron satisfechos con el castigo, el mismo Hurón alentó a su amigo, Soren miró de lejos a Lola y alzando su copa hizo señas de ¡salud!, luego se dirigió el primer testigo, requirió nuevas canciones para amenizar su sentencia… y deslizando unas hojas entre sus teclas susurró: “Vaya allá, a aquél árbol y toque por favor la melodía más descriptiva, es para Lola... ¡pero no mencione la dedicatoria!”.
“Batracios, Lola batracia…. Ajajajaja”, Lola salta asustada por las posibles babas y luego lo codea con un shhh, “Soren cállate, deshaces el misterio”.
Un piano que hace sonidos decadentes acompaña a Soren y Lola en su expedición por el jardín; todos van de puntitas, detrás de ellos las ranas noctámbulas los siguen curiosas. ¿Qué hacen por aquí tan noche?, se preguntan entre ellas. El señor Piano logra dar cuenta de que las ranas los rodean, talvez porque caminan en sospechas. Los misteriosos niños se acercan a las bicicletas.
Hablando de ranas, sapos y batracios es necesario precisar que hace un piano en este lugar. A Soren lo han acusado de impiedad, el señor Piano es el encargado de dar noticia y ha de llevárselo; no ha mencionado cuestión alguna porque no quiere interrumpir aquel misterioso juego.
“Soren, nos rodean los batracios”, Lola pudo notar, “Si no te hubieras carcajeado” dijo a manera de reclamo, a lo que Soren muy contento volvió a manera de juego a gritar “¡Corre, corre o te van a alcanzar!”. El trío salio disparado hacia diferentes direcciones, los batracios hicieron realidad las pesadillas de Lola, sus lenguas largas trataban de alcanzarla y ella aterrorizada corría por todo el jardín, dando oportunidad a que los ejecutores pudieran verla desde el patíbulo superior, tomaron las batas de juicio y dejaron a Lola sin ningún permiso. “Buena noche jardín, adiós paseo nocturno en bicicleta”, las ranas vieron como Lola se alejaba arrestada, el piano muy triste ésta escena también musicalizaba.
“Malo, malo, eres malo Soren”, decía Lola mientras entraba en su celda; pero él no contestó, entre el juicio y el ataque de batracios don Piano se había llevado arrestado a Soren P. Sadnerson. Al día siguiente Lola busco a Soren en el jardín, pero ni las ranas se encontraban por ahí. Desistió en su búsqueda. Paseaba jugando cuando pudo ver en el gran espejo del tocador una alarmante imagen; a lo lejos un pequeño campamento, se acerco con curiosidad y con horror hubo de observar que Soren yacía atado en una silla, sin hablar, a su alrededor mil jueces que confiscaban sus pertenencias, entre ellas el buen Hurón. Automáticamente trepó Lola para ir en rescate de su amigo, pero inmediatamente igual, la mandaron a su celda de castigo. Desde el espejo de su ropero todo se veía más lejos, “¿Cómo atravesar si hasta el hurón se encuentra allá? Supongo que de ésta él solo se tiene que salvar” acabó por resolver.
El señor Piano fue el primero en ser testigo, alegaba que encontró al acusado en un juego extraño que de inicio parecía muy sospechoso, el acusado y la cómplice atravesaban el jardín a hurtadillas, ocultándose de las ranas nocturnas, las cuales, por cierto, notaron un comportamiento tal que decidieron rodearlos y atacar. Así mismo el Piano aceptó ser presa del juego y musicalizarlo y, es que parecían dirigirse a alguna misión pues la sospechosa #2 constantemente pedía silencio del acusado, esto despertó mucho interés en el testigo Piano. Éste agregó que antes del arresto pudo notar que aquello que jugaban eran más bien juegos de seducción, reiteraba haber seguido musicalizado el asunto pero sin fin de lucro y sin premio alguno. Fue gracias a esta colaboración que el testimonio primero fue eliminado del juicio. Uno a uno los testigos, desde los afectados batracios, hasta su mas intimo amigo, el hurón; fueron describiendo su relación con el acusado; hasta llegar a la cúspide del juicio se hizo llamar: ¡¡Que venga Lola Críptica!!. Uno de los magistrados hizo notar que la Señorita Críptica era excusada de su participación pues en su región ya había sido juzgada y ajusticiada.
“¡Cómo es posible?, Entonces que vamos a hacer… lo siento mucho”, dijo el supremo Juez, “todo esto es un terrible horror … ¡¡que suelten al prisionero!!” Ordenó. “Disculpe Herr P. Sadnerson…el señor Piano no entendió; se le mando buscar a un acusado de impiedad, más no a uno de complejidad... ¡nuevo caso!” todos tomaron sus banquillos, recolocaron sus pelucas, el juez bebió un poco de agua y prosiguió “Por favor, acomódense en sus nalgarios”, comandó. Así pasaron un par de horas más y mientras Lola dibujaba lo que lograba divisar.
“Herr P. Sadnerson, lo declaró culpable de complejidad y astucia” dictaminó el Juez “Queda sentenciado a un autoauxilio y desdibujo de sonrisas por tres semanas…¡tres semanas!”. Una vocecilla cigarrera se aproximo al Juez y tímidamente le recordó: “Psss, pss, señor Juez, lamento interrumpir pero mañana empieza la temporada de caza de ardillas y pelambrera”. Su excelencia juecesca frunció el entre cejo y reacomodó sus palabras, “Mmm muy interesante…entonces mande usted al acusado a cumplir su autoexilio y escribir noventa y siete mil veces: Lola siempre tiene la razón.”
Los batracios aplaudieron, todos quedaron satisfechos con el castigo, el mismo Hurón alentó a su amigo, Soren miró de lejos a Lola y alzando su copa hizo señas de ¡salud!, luego se dirigió el primer testigo, requirió nuevas canciones para amenizar su sentencia… y deslizando unas hojas entre sus teclas susurró: “Vaya allá, a aquél árbol y toque por favor la melodía más descriptiva, es para Lola... ¡pero no mencione la dedicatoria!”.
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