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Las escaleras


Subió las escaleras...Soren P. Sadnerson ya espera encontrar a alguien, esperaba sobre todo un ser espantoso, pero también esperaba encontrar solo polvo. Cada escalón un rechinido y cada rechinido un pequeño espasmo en su mano.
En el último espasmo llegó a su destino, 18 escalones petulantes solo dieron como resultado a Lola; si bien Lola no es espantosa es polvosa, así que Soren no se llevo del todo una decepción. -¿Lola, porque estas polvosa?- preguntó Soren con un dejo de interés curioso.
-El hurón se metió debajo del ropero y no lo puedo sacar, así que pensé disfrazarme de ropero para que viniera conmigo; no encontré madera, no encontré una luna, ni manijas, ni polillas, así que me arrastre por toda la casa... así obtuve este perfecto aspecto roperoso-. Lo que más causo sorpresa a Soren P. fue la presencia de un hurón en la casa, incluso así, no hizo mucho caso a esto y pidió a Lola bajar las escaleras con él.
18 escalones, cada uno de ellos un rechinido y cada rechinido un espasmo en la mano de Lola; abajo, lo único que esperaba era un baño. En el escalón 13, Soren dio cuenta de la espasmódica mano de Lola, al 14vo trató de conjeturar razones, síntomas y posibilidades. Terminando las escaleras, Soren P. Sadnerson ya esperaba lo que su presentimiento había dictado dos días antes: Lola enfadada, celosa de la cobija de Soren P. , la cual él prefería abrazar por las noches.
Escalón 18: Lola celosa de la cobija y Soren exprimiendo su paciencia de adulto. Camino al baño Lola sugirió un intercambio: la estadía del polvo por lo que Soren más quisiera. No pasó mucho tiempo para que Soren diera sugerente propuesta: un beso entre labios, lo cual implicaba la ausencia.
Un suspiro triste acompañado de resignación dio energía al pie izquierdo de Lola, luego al derecho; varios suspiros después Lola se sumergió en la tina. El buen Soren, sin pecar de vouyerista, se sentó a su lado, esperó un poco ansioso, observó con avidez.
Un movimiento lo distrajo. Abajo de las toallas, parado en dos patas, el hurón los veía reflexivamente. Lola salió de un brinco de la tina y volvió a perseguir al hurón, esta vez Soren P. le acompañaba, así que no dejaría que ella se resfriara: fue tras ella con una cobija, tras ella con una gran sonrisa, tan macabra como la del hurón. Otra vez las escaleras, hacia arriba el hurón, enseguida Lola, luego Sadnerson y su espasmódica mano; se calló la cobija, Lola otra vez se arrastró y el escurridizo animalillo el espejo del ropero atravesó.

Esta vez el intercambio fue sugerido por Soren P. : el mentado beso por el hurón. He aquí el asunto del beso: pegar los labios, es para Soren fantástica transformación; sólo si de pegar carne se trata, él puede atravesar lunas. Besar sólo si de amar a alguien se trata, es terrible mutación. –Pégate a mi Lola, y te traigo tu hurón-, a razón de miedo y posible complicación, Lola decidió no hacer de Alicia. Vio al hurón alejarse con el Sombrero, al voltear, Soren esperaba junto a la escalera. Que desconcierto, esta vez no hubo rechinido, en su lugar, una estruendosa cacofonía interpretada por los pies de Lola. Corriendo hacia el escalón 18, ella jalaba de la mano de Sadnerson. Espasmódico corazón de Soren, espasmódico el amor de Lola; continuaron con los habituales juegos...aún se veía en la mirada de Soren aquella adulta paciencia, nada de urgencia por lo deseado. En Lola una eterna prisa de llegar a ningún lado se trasformó en la proyección de la idea: ¿y si beso a Soren?
-Vamos a jugar a repetirnos- ella sugirió.
Soren contestó -Mejor juguemos a las mentiras emisoras, porque en eso siempre gano yo-.


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