Soren P. Sadnerson decidió dejar de jugar con Lola; a lo que ella reaccionó: "Si dejas de jugar conmigo, cierro la caja en donde duermes con cinta endosada; saco del librero un par de libros, sacudo y te dejo ahí. Te puedes escapar como siempre", más que nada asustado ante las amenazas de Lola Críptica; Soren la invitó a dar vueltas al poste. Lola empezaba a relajarse, cuando vio gravada en el poste una canción que no habían cantado. ¡¿Había llevado Soren otra niña a dar vueltas?! Furiosa regresó ... arrastraba los pies, golpeaba las puertas; enfureció aún más al ver que su amigo no la siguió.
Dos días más tarde. Allá estaba la caja, justo donde Lola había dicho que la pondría; aunque no debía, ella quería abrirla, sacar a Soren y abrazarlo, aunque siguiera omitiendo, aunque estuviera flaco, aunque sus lentes se atoraran; Lola lo extrañaba. En la tarde del día que pasó esto; Soren apareció, más solido que nunca ... lo extraño es que Lola sentía más sus brazos cuando él estaba fantasmal. Sin perder el tiempo, sin decir lo innecesario; más macabra que gustosa, Lola relató a Soren la historia de la "Anciana con setenta y nueve hijos".
Erase una vez una anciana que tenía setenta y nueve hijos; los mantenía haciendo títeres. Como eran tan pobres, la anciana calló en una terrible depresión que terminó en psicosis; un día sin mas razón que la del mero gusto...los mató. Transcurridas quinientas noches comenzó a extrañarlos; así que creó setenta y nueve títeres; setenta y ocho varones y una mujer. Como ella deseaba mucho recuperar a sus vástagos perdidos, un mal verano, mientras la anciana alimentaba anguilas en el parque; Mefistófeles se le apareció, -Horrible y decrépita anciana; he sabido por un par de alas que deseas recuperar a tus hijos, yo puedo ayudarte, no puedo regresártelos, porque yacen felices en los campos del infierno y no desean regresar; pero puedo darle vida a uno de tus títeres-, la anciana lo pensó un momento luego se dirigió sugiriendo, -Si puedes darle vida a uno, porque no a los setenta y nueve...-. Con voz de hastío el encargado replicó, -No vez que no me interesa complacerte; la cuestión es esta, Dios y yo hemos apostado, quien adivine que número de títere decides animar, creará el próximo nirvana..así que decide-. El número sesenta y ocho abrió sus ojos por propia voluntad; corrió sin ningún esfuerzo a la cocina, tomó los cerillos y quemó a sus hermanos títeres. Muajajaja, reía tan macabro enanillo...Y vivieron neuróticos para siempre.
Lola quería continuar, pero notó la ausencia de olor en Soren; cruzada de piernas, colocó la cabeza de su amigo cerca de ella ... olió y olfateó hasta dar cuenta de que Soren tenía piojos. Desde su barba venían las diminutas criaturas, una a una Lola las mataba, híbolas arrojando a la mísbola jaula del hurón. Una vez mas de él ninguna importante reacción.
Comentarios